La palabra violencia viene del término latino "vis", que significa "fuerza", es la fuera física o psicológica que se ejerce sobre otro sujeto o sobre sí mismo con un efecto negativo.
Es curioso que, en latin, "hombre" se denomine "vir-viris", la erre en muchos casos evoluciona hacia una ese, proceso que no me voy a poner a explicar porque me parecería marear la perdiz más de lo necesario.
Son reflejos de la ultraviolencia.
Gratuita? no lo creo.
Simplemente física?
Permítanme dudarlo.
Partiendo de esa base, que ha sido el incentivo de este ensayo, paso a pensar que todo tiene un orígen, una causa, un motivo.
Causa-efecto.
Acción-reacción.
Y que la peor violencia no es, ni mucho menos, la violencia física.
Hablemos de suicidios, los suicidos son una autoviolación culminada, sublimada, que llega a su máximo exponente: la muerte.
Pero detrás de un suicidio hay un motivo, y detrás de ese motivo, o quizá delante, una serie de situaciones/pensamientos/reacciones/sentimientos violentos que desencadenan ese paso, el último paso, el paso final.
Hay más violencia en la vida de una persona que piensa en el suicido que en el acto suicida en sí, hay más violencia dentro de esa persona que la que puede haber en muchas partes del mundo a la vez.
Violencia, sufrimiento, suicidio.
Violencia incentivada por las circunstancias o avivada por el sujeto propio, dueño de sí o seguro de que así es.
Y la violencia no extrema? A la que se someten el 90% de las personas del mundo, la autoflagelación, la falta de autoestima, el odio, la depresión, el exceso de esfuerzo físico, la sobreexplotación permitada.
Todos esos sentimientos | sensaciones nos condicionan y nos impiden, en muchas ocasiones, ver más allá.
El punto al que quería llegar, y con esto cerrar la reflexión, es a que la persona más violenta no es la que más pega, sino la que más experiencias negativas y que bloquean ciertas aptitudes tiene.